miércoles, 25 de enero de 2012


El foco herético sevillano
casiodoro de reina parte hacia el exilio


SEVILLA

          En el otoño de 1557 un piadoso católico sevillano recibe por error un ejemplar de La imagen del Anticristo[1].  Horrorizado, contempla como en uno de los grabados se representa al Papa arrodillado rindiendo pleitesía al diablo. El libro en cuestión procedía de los tórculos ginebrinos de Jean Crespin[2], y era un panfleto antipapista obra de Bernardino Ochino (discípulo de Juan de Valdés). Formaba parte de un envío que Julianillo[3] Hernández había hecho llegar a Sevilla. Los inquisidores sevillanos constataban pues que, en la ciudad del Guadalquivir, que por aquel entonces contaba con más de cien mil habitantes, el movimiento «luterano» había prendido y ya no se limitaba a la actividad puntual y difusa de algunos individuos aislados. Entre éstos, figuraban nombres tan señeros como el magistral de la catedral hispalense Juan Gil (más conocido como el «Doctor Egidio»), atacado tanto por sus doctrinas luteranas cuanto por su origen judío, Rodrigo de Valera, Constantino Ponce de la Fuente (también canónigo de la catedral y acompañante de Felipe ii en su viaje por los Países Bajos y Alemania entre 1549 y 1551), o Francisco de Vargas, maestro de Sagradas Escrituras de la catedral de Sevilla[4].

Escudo de la Santa Inquisición


Teólogos y capellanes del Rey, predicadores reconocidos, maestros de Sagradas Escrituras formados en Alcalá (Egidio, Vargas y Constantino), algunos firmes candidatos a obispos, todos ya habían levantado ciertos recelos inquisitoriales[5]. Ahora, a la luz de estos acontecimientos, entran en una situación de intensa sospecha. Sus casos son revisados por el tribunal inquisitorial, siendo irremediablemente condenados a las más severas penas.


Monasterio jerónimo de San Isidoro de Sevilla (o de Santiponce)


Pues bien, el monasterio de San Isidro del Campo, donde profesaba Casiodoro de Reina, a tenor de los informes inquisitoriales se había convertido en un «nido de herejes»[6]. Y no solo el cenobio de Santiponce sino que también algunas de sus hijuelas habían sido contaminadas por la casa madre ‒ como Nuestra Señora del Valle en Écija ‒ cuyo prior también hubo de huir a Ginebra. En cambio el vicario del monasterio, Fray Cristóbal de Arellano, no pudo escapar  y fue apresado, juzgado y condenado «por luterano», además de sufrir la confiscación de todos sus bienes[7].

Monumento fúnebre del Inquisidor General D. Fernando de Valdés y Salas (Colegiata de Salas, Asturias)


Antes del verano de 1557, momento en que es detenido Julián Hernández, y cuando ya ha sido procesado el canónigo magistral Egidio, Casiodoro ha de huir de Sevilla. Según las informaciones contenidas en el panfleto de Cipriano de Valera, Dos tratados, en 1555 ya habrían huido de Sevilla siete personas hacia Ginebra. En 1557 se produce otro exilio monacal:

“[…]doze de los frayles en poco tiempo se salieron, unos por una parte y otros por otra: los cuales dentro del año se vieron en Ginebra, à donde quando salieron tenian determinado ir” [8].

Entre ellos iba Casiodoro de Reina acompañado por sus padres[9]. Allí su estancia no parece haber dejado huella en ningún registro escrito, puede que debido a la poca duración de su permanencia. De su paso por la ciudad ginebrina hallaremos ecos en posteriores documentos, como las deposiciones conservadas en los archivos de la Iglesia Francesa de Refugiados de Frankfurt. El conocido episodio de las lágrimas de Casiodoro ante el poste de ejecución de Miguel Servet, señala también su innegable presencia en la ciudad. Otro dato al respecto lo aporta un hombre sardo, Angel Victor, quien comenta haber visto a un conocido español, Cortés, llevando una carta de Casiodoro de Reina para Sebastian Castellio, desde Ginebra a Lausanne[10]. En Ginebra tanto Reina como Corro y Valera formarán parte de la congregación italiana. La correspondencia intercambiada por Casiodoro con distintos personajes del momento nos aporta valiosos y pormenorizados detalles de las incidencias por las que transcurre su vida. A la Iglesia italiana en Ginebra se referirá posteriormente Casiodoro en una carta a Beza: Ecclessiae Italorum cui omnia debeo, tum qod, dum Genevae vixi, fui ei adjuntus (la iglesia de los italianos a la que tanto debo y a la que me uní cuando llegué a Ginebra) [11].
Más tarde los españoles se reunirán en el Templo de Saint Germain, bajo el liderazgo de Juan Pérez, ausente en Franckfurt durante esta primera estancia de Casiodoro en Ginebra.


Exurge Domine et iudica causam tuam (Sal 73)


[1] De esta delación tenemos varias versiones, algunos la achacan a una mujer, Cf. M. Menéndez Pelayo, Heterodoxos, II., 91,  que recoge el episodio de la demente sevillana denunciante narrado en el Reginaldo Montano. Los archivos de la inquisición afirman que el director de Santiponce fue el denunciante de Julianillo. Cf. A. Huerga, «Procesos de la Inquisición a los herejes de Sevilla, 1557-1562», en Jean Heuclin et al., Historia de la Iglesia y de las Instituciones eclesiásticas : estudios interdisciplinares en homenaje a Ferran Valls i Taberner con ocasión del centenario de su nacimiento, (Barcelona, Cátedra de Historia del Derecho y de las Instituciones, 1990) 4108-4128. 
[2] Jean Crespin era impresor, librero y editor. Nacido en Arras en 1520 y activo en Ginebra desde 1548 a 1572. Realizó sus estudios universitarios en París y Lovaina donde consolidó su formación jurídica. A comienzos de 1545 es acusado de hereje exiliándose en Ginebra. Allí se instala con su familia definitivamente en 1548, y allí contacta con viejos amigos y compatriotas como Théodore de Bèze, Conrado Badius y otros. En 1551 obtiene la autorización del Consejo de la ciudad para mantener su imprenta y, el mismo año, inaugura también la marca de su taller, un ancla terminada en «t» y una serpiente a su alrededor, que identificará en adelante sus impresiones. En 1554 añade dos manos que surgen de las nubes y, a partir de 1558, un mar donde nadan tritones. El emblema aparece acompañado, en muchas ocasiones, de la divisa: «Sacra Anchora» o «Sacra Anchora Christus». No obstante en otras ediciones con información tipográfica falseada figuran otras marcas, como por ejemplo una «y». Su imprenta estará vinculada a la edición de las obras españolas de propaganda reformista y, sobre todo, a la figura del protestante español Juan Pérez de Pineda. De hecho, será el único impresor que, entre 1556 y 1560, edite obras en español en Ginebra. En algunas obras impresas de esta índole Crespin suele falsear el pie de imprenta, sustituyendo su marca tradicional por una marca que, con variantes, coincide en todas estas ediciones: una «y» flanqueada por dos figuras humanas. Un ejemplo de estas falsas ediciones lo constituyen los Comentarios a las epístolas de Juan Valdés, impresos en Ginebra en 1556 y 1557. En el nombre del impresor que figura es el falso de «Johannes Philadelpho», señalando como lugar de impresión Venecia y no Ginebra.
[3] «Julianillo» era el apodo que los franceses le habían dado a este sevillano, Julián le petit, dada su exigua talla, su delgadez y su marcada cifosis dorsal. De él dice Menéndez Pelayo, corrigiendo a Montes, que «había transportado de Ginebra a España en 1557 dos grandes toneles, no de biblias, como dice Montes, porque aún no habían publicado los protestantes ninguna completa en lengua castellana, sino de Nuevos Testamentos, traducidos por el Dr. Juan Pérez; y los esparció profusamente en Sevilla»; Cf. M. Menéndez Pelayo, Heterodoxos., II, 85. Cipriano de Valera solo menciona «libros Españoles»; Cf.  Cipriano de Valera, Dos Tratados. El Primero es del Papa y de su autoridad colegido de su vida y doctrina, y de lo que los Dotores y Concilios antiguos, y la misma sagrada Escritura enseñan. El Segundo es de la Missa recopilada de los Dotores y Concilios y de la Sagrada Escritura. «Toda planta, que no plantó mi Padre celestial, será desarraygada.» Mt. XV. 13. «Caída es, caída es Babylonia, aquella gran ciudad, porque ella ha dado a bever a todas las gentes del vino de la yra de su fornicación.» Apoc. XIV. 8, (London, Arnold Hatfild, 1588) 207.
[4] «Egidio y Constantino son las figuras más destacadas del nuevo estilo de predicación que va a conmover Sevilla. A conmoverla y enfrentarla, pues allí imperaba el viejo estilo remozado en la era deciana [referida al arzobispo Deza]. Egidio el baturro y Constantino el conquense ‒ ambos de tierra dura y apacentados intelectualmente en Alcalá ‒, serán heraldos de la Palabra de Dios y protagonistas de un drama religioso tremendo». Cf. Álvaro Huerga Teruelo, Predicadores, alumbrados e inquisición en el siglo xvi,  (Madrid, F.U.E., 1973) 18.
[5] El 19 de julio de 1550 el Consejo de la Inquisición envía carta al rey pidiéndole la captura de los fugitivos sevillanos, Luís Fernández, conocido también como «Luís Castillo», y Gaspar Zapata; A.H.N., Inquisición, libro 574, fols. 216r-v - 217r.
[6] Cipriano de Valera cuenta que en 1555 salieron de Sevilla, hacia Ginebra, siete personas «entre hombres y mugeres», y en 1557 contabiliza doce frailes huidos de San Isidoro, entre ellos el prior, vicario y procurador de San Isidro, el prior de Écija y después de estos, otros seis; Cipriano de Valera, Dos Tratados, 205.
[7] Cf. Nicolás Castrillo Benito, El Reginaldo Montano..., 401-403.
[8] Entre estos frailes contabilizamos a Francisco Farias, el prior; el vicario Juan de Molina; el procurador Pedro Pablo; Además en el grupo huyeron, junto con Casiodoro los monjes Antonio del Corro, Peregrino de Paz, Alonso Baptista, un tal Miguel, Cipriano de Valera, Lope Cortés, Hernando de León y Francisco de la Puerta. Valera hace mención del prior de Écija sin nombrarlo. En aquel  momento también huiría un hermano lego, Juan de León, y otros laicos como el canario Luís de Sosa y el mercader sevillano Francisco de Cárdenas. Luís de Sosa y Juan de León fueron apresados y devueltos a España para su enjuiciamiento y posterior ejecución. Cipriano de Valera, Los dos tratados del Papa i de la Misa, escritos por Cipriano D. Valera; i por él publicados primero el a. 1588, luego el a. 1599: i ahora fielmente reimpresos, 205-206; Gordon Kinder, Casiodoro de Reina, 16.
[9] Noticias adicionales sobre la identidad de los monjes huidos las hallamos en la carta que el 17 de noviembre de 1557 Fernando de Valdés le escribe al rey de España informándole del brote herético sevillano; AGS, Estado, 121-165. También Alonso del Canto, contador del rey en los Países Bajos, deja registros de los pagos hechos a los agentes que seguían los pasos de los huidos; AGS, Consejo y Juntas de Hacienda, 37- 174.  A. Gordon Kinder, «The pursuit of Spanish heretics: new informations on Casiodoro de Reina», Bibliothèque d’Humanisme et Renaissance, 42 (1980) 427-433.
[10] Frankfurt, Stadarchiv, Sammelband Kirhendokumente B Französisch-reformierte Gemeinde, fol. 585-588.
[11] Ginebra, Bibliothèque publique et universitaire, M.S. Français 407, 1565-1571 correspondence ecclésiastique, Carta de Reina a Beza, Estrasburgo, fechada el 1 de marzo de 1566, fol. 16rf; Edward Boehmer, Bibliotheca Wiffeniana, vol.II, 210.

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